sábado, 26 de agosto de 2017

Algo con ritmo


Estaba especializado en lo posible y creía que todo se podía reducir a un algoritmo. Cualquier ejemplo le valía para demostrarlo: la forma de una hoja, la dirección de las multitudes al huir o las enumeraciones borgianas. Había montado tres empresas y era un millonario absoluto que manejaba sus finanzas con el piloto automático de otro complicado cálculo.

En ese punto de su vida sólo le atraían los desafíos. 

Cuando creyó tener material suficiente, acometió su empresa más incierta, menos trascendente: ganar un concurso literario. Dicen que lo hacía para deslumbrar a un amor de verano, para dar respuesta a dos retos simultáneos: la chica y la creación artística. Metió todos los relatos finalistas en su termomix y extrajo parámetros, ritmos, significados y palabras recurrentes que reproducir.

No podía ser de otra forma: ganó.

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